Alvaro Alarcón, Psicólogo del Trabajo
El exitoso Conversatorio con Daniel Jadue, eventual candidato presidencial, ha abierto con acuidad múltiples ángulos de las disyuntivas que presenta la situación actual en Chile. Entre otros, el hizo referencia a la creciente precarización del trabajo y a la clase trabajadora que se vuelve cada vez más irrelevante en el sistema neoliberal. Esto unido igualmente al trabajo “robotizado”, como producto del tipo actual de organización del trabajo.
Esto me motiva a referirme a algunos aspectos de la situación chilena y ciertas perspectivas.
Se observa con claridad que el balance crítico de los 30 años de conducción político-económica neoliberal, unido a las consecuencias de una gestión desastrosa de la epidemia Covid-19, ha conducido al país a una etapa fundamental de decisiones. El período de elección de convencionales, la elaboración de la Constitución misma y la secuencia electoral que se avecina hasta la elección presidencial, serán decisivas para el futuro de Chile.
En este contexto, el pueblo chileno será víctima de una degradación importante de sus condiciones laborales y de vida. La recuperación de una parte de los ahorros salariales retenidos por las AFP, aliviará provisoriamente la situación de algunos hogares, pero plantea un cambio radical del sistema de previsión y protección social.
Se calcula que cerca de un millón de personas confrontarán una situación de pobreza acentuada.
A corto plazo, reivindicaciones de urgencia deberán ser formuladas por los partidos y organizaciones sociales más conscientes de las situaciones dramáticas que se vislumbran.
A mediano plazo, soluciones de fondo deberán ser elaboradas para un cambio radical de las condiciones de vida, que aseguren una equidad creciente y real de recursos económicos, vivienda, posibilidad de estudios de calidad, seguridad y estabilidad para la población chilena. Entre estas soluciones deberá estar la Renta Básica Universal, que asegure un salario mínimo a todo chileno careciendo de recursos propios.
En esta búsqueda de más dignidad e igualdad en un sistema que se derrumba, quisiera poner de relieve como esenciales, el reconocimiento del rol de la clase obrera y la esperanza de calidad de la vida laboral, como lo dice Jadue.
En Chile casi una cuarta parte de la clase trabajadora, trabaja por cuenta propia. Es decir, depende de las ganancias del día, hace una actividad informal en el espacio público o en casas y oficinas. Otros, de mayor calificación, boletean, pero ninguno tiene relaciones formales con un empleador. Para estas personas, la epidemia ha sido catastrófica.
En barrios populares y medios, más del 40% de los trabajadores son independientes, sin contrato o con tratos de actividad a plazo. En los barrios pudientes (por ejemplo, los tres barrios metropolitanos de Santiago que votaron “Rechazo”), más del 75% de la población activa tiene contrato y protección laboral.
Esto trae múltiples consecuencias, desde ya el menosprecio de los trabajadores, que se vuelven irrelevantes como afirma Jadue. Es decir, se transforman en factores sin importancia, su actividad es reemplazable a voluntad, no cuentan para ninguna decisión y lo que es también importante, la inteligencia y creatividad que cada cual invierte en su trabajo no es valorada.
Si de un punto de vista teórico-económico, vemos la explotación del trabajo como un esfuerzo del trabajador de dar un valor de uso al objeto que produce y el acto de apropiación de la plusvalía por el patrón que profita; humanamente el costo es aún más intenso. Es más intenso, porque en cada trabajo, incluso modesto, hay una inteligencia que ejerce el trabajador y que a menudo no tiene reconocimiento ni valoración.
Este sistema neoliberal no reconoce ni valora el trabajo, al contrario, el objetivo es la rentabilidad financiera, queriendo aumentar el tiempo de labor y disminuyendo los salarios. Y de manera torpe, porque las inversiones en investigaciones tecnológicas y formaciones de alto nivel, son mínimas en este afán de ganancias máximas, ya perfilando el derrumbe del sistema.
En este sistema de explotación, hay una falacia en la organización del trabajo. Se piensa que los trabajadores respetan estrictamente las planificaciones y preconizaciones de tareas o misiones que los responsables jerárquicos establecen. Está comprobado que esto no puede ser rigurosamente una realidad, por razones comprensibles: sólo el trabajador conoce realmente cuál es su actividad concreta y precisa en un momento determinado, a pesar de todas las descripciones, reglamentaciones y presiones que la jerarquía posea o ejerza.
Esto nos señala claramente que no puede haber evolución tecnológica, metodológica y eficacia de las empresas, instituciones o fuerzas productivas en general, sin la participación de los trabajadores. Todas las mecanizaciones, automatizaciones, sistemas expertos y de inteligencia artificial, tendrán siempre la fragilidad de no poder abarcar en totalidad y con fineza los matices del trabajo humano. Nuestras soluciones tendientes a sobrepasar el sistema neoliberal, deben tener esta impronta democrática de que solo la acción colectiva del pueblo, es capaz de movilizar la sociedad por los intereses comunes.
Otro factor clave a considerar imperativamente, debe ser la disminución de la jornada laboral. Las negociaciones serán complejas pero los resultados son tangibles en aumento de calidad de vida, mejores relaciones de vida familiar y actividad profesional, tiempo libre, mejor calidad del trabajo, reforzamiento de otros dominios de empleo como el deporte y el turismo. En Francia 350 mil nuevos empleos creó la disminución del tiempo de trabajo.
Un dominio imprescindible a tratar masivamente es la discriminación laboral de las mujeres. La segregación antifeminista vertical – horizontal requiere un cambio profundo: Vertical porque la tendencia es la inclusión preponderante del personal femenino en los estratos más precarios, menos calificados y remunerados de los puestos de trabajo. O también en funciones equivalentes con los colegas masculinos, pero menos pagadas. Horizontal porque los estereotipos de “trabajos femeninos y masculinos”, permanecen intangibles. Todo trabajo exterior o interior al hogar debe ser valorado y remunerado.