¿EL FIN DEL TRABAJO? ¿EL PROLETARIADO DESAPARECE?

Álvaro Alarcón – Psicólogo del Trabajo

Lancinante dilema que agobia a todos los apasionados/as de la revolución digital, de la globalización y de la nueva era de la comunicación.

Una realidad es indesmentible e inevitable, las sociedades progresan hasta niveles decisivos y enseguida se transforman. Los modos de producción cambian, la tecnología evoluciona, nuevos oficios surgen y otros desaparecen. Otras culturas emergen. Ciertas raíces teóricas que poseemos unos/as y otros/as, nos explican estas mutaciones e igualmente deseamos ciertos cambios; lo que nos impulsa a creer con certeza que el neoliberalismo tiene un fin.

El titulado de este artículo está estrechamente relacionado con el carácter y dinámica peculiar de esta época contemporánea. Era de desarrollo de las comunicaciones de manera exponencial, de globalización económica, cultural y financiera exacerbada, de ciclo intenso de la llamada Revolución Digital, de transformación numérica, con características de Cuarta Revolución Industrial.

Esta revolución digital que impregna la sociedad, transforma los comportamientos, la manera de vivir y consumir, crea nuevas ideas, productos, conceptos, hábitos y genera descubrimientos portentosos; estaría también originando paulatinamente -o rápidamente según la óptica del observador/ora- cambios sorprendentes como lisa y llanamente la desaparición de la actividad laboral y por consecuencia necesaria, la extinción social de la clase trabajadora.

La revolución digital, como todo período notable y admirable, es una profunda mezcla de realidades incuestionables. Asimismo, son indubitables los mitos, las utopías, las secuencias de ciencia ficción, las operaciones de marketing, las manipulaciones y las hipótesis para las cuáles no habrá la materia para verificarlas de aquí a muchos decenios.

Segmentos decisivos de esta revolución digital como la robotización y la automatización, son ya procesos integrados culturalmente en la práctica cotidiana desde hace algunas décadas. Siendo ésta una crítica que a veces surge contra lo supuestamente novedoso de algunos avances actuales, se sugiere que se estaría sólo en la profundización de algunos algoritmos ya existentes y conocidos.

Sabiendo que la robotización y la automatización han ya generado cambios radicales en los modos de trabajo, oficios, reconversión o marginalización de grupos de trabajadores/as; no obstante, son las investigaciones, avances y resultados en Inteligencia Artificial que son objeto de intensas inquietudes y debates en boga, alcanzando incluso niveles geopolíticos entre naciones. Los gigantes de Internet, GAFA y otros (Google, Apple, Facebook y Amazon), están expectantes de los progresos de China en Inteligencia Artificial con el substancial progreso que poseen los chinos en un insumo esencial como es la 5G.

A nivel mundial, se presume que es el dominio de la Inteligencia Artificial que creará las transformaciones más drásticas de la organización del trabajo, de su tipo de existencia misma como actividad y de las competencias de los eventuales operarios/as, si estos/as existen.

Es necesario reconocer que, en Europa, los efectos de la robotización y automatización en la actividad laboral y los efectos en los trabajadores/as, fueron gestionados con una racionalidad remarcable. Particularmente en la industria de montaje de automóviles, contribuyeron múltiples factores: sindicatos fuertes y presentes, con apoyos técnicos pertinentes, dominio de la organización del trabajo, formaciones técnicas adaptadas, reconversión de trabajadores/as, medidas de orientación y protección de trabajadores/as que abandonaban los oficios. Las secuelas sociales existieron, pero fueron controladas.

La Inteligencia Artificial, sin dudas, será con certeza una realidad. Sin embargo, sus dominios de progreso son aún difusos. Muchas empresas, sectores económicos, financieros, instituciones quieren “digitalizarse”, pero no definen con precisión lo que eso implica. Se habla de movilidad, flexibilidad, redes sociales, aplicaciones conectadas, pero a menudo sólo promueve una publicidad de “innovación” que busca realizarse, auto invocándose.

La Inteligencia Artificial, busca “simplemente” substituir la inteligencia humana. Definir dicha inteligencia, sus modos de operar y la serie de algoritmos necesarios, han sumido los investigadores/as en un debate que está lejos de concluir.

Una experiencia interesante ha sido crear interfaces denominadas “chatbot”, que son agentes conversacionales capaces de entregar informaciones no programadas de antemano, sino más bien creadas por inferencias de la aplicación misma. Se utilizan en plataformas de mensajería, pero a pesar de resultados espectaculares, no hay realmente inteligencia en esas aplicaciones.

Otra interface que ha dado resultados excelentes, son los Sistemas Expertos, que son motores de inferencias cruzados con base de datos, asimismo como el Biomimetismo, que es reproducir las modalidades de funcionamiento biológico sobre substratos artificiales. Para culminar en experiencias espectaculares de reconocimiento por las máquinas, del entorno visual en las cuales operan.

Para esto se ha desarrollado insertar en las máquinas un proceso denominado Deep Learning (conocimiento profundizado), pero para lograr que el autómata elabore sus propios objetivos, se ha combinado con otro proceso llamado Reinforcement Learning (aprendizaje reforzado). En este caso, la máquina por ensayos y errores va afinando sus objetivos, con empleo de “recompensas” o “puniciones” para fijar los buenos resultados.

Numerosas empresas reivindican ya la utilización de sistemas de Inteligencia Artificial, pero la realidad pone en duda aún esta supuesta difusión masiva. Lo evidente, es que las investigaciones de alto nivel son todavía confidenciales en países y laboratorios, que poseen la potencialidad de desarrollar, adquirir o “sustraer” por medios a veces no lícitos, los algoritmos fundamentales. Solo circulan Frameworks, que son esbozos o bosquejos que permiten implementar modeles simples.

Los resultados disponibles, son aplicaciones muy específicas, especializadas, respecto a tareas u objetivos bien precisos. El desafío futuro para la Inteligencia Artificial, es combinar las tareas para objetivos más complejos y particularmente que las máquinas aprendan a reutilizar sus competencias para resolver problemas de manera autónoma, sin necesidad de reprogramarlas. Ese proceso es conocido como Transfert Learning, es decir utilización de datos que el procesador ha almacenado, que permitirán generar una solución original para un problema nuevo. El resultado prodigioso sería que un sistema de Inteligencia Artificial, logre crear su propio sistema de Inteligencia Artificial sin intervención humana.

La inteligencia Artificial no es una tecnología clásica, interfiere en el útil principal del ser humano: su inteligencia, lo que le permite efectuar cualquier trabajo.

Según los filósofos, aquí nos acercamos al desaparecimiento ineluctable del trabajo, de los asalariados/as y a la necesidad de crear una nueva Sociedad. Unos/as proponen un Salario Universal para todas las víctimas de la automatización, otros/as un impuesto para los robots que liquidarán el trabajo.

Los teóricos/as convencidos del desaparecimiento del trabajo, piensan que la empresa no tendría ningún interés económico en administrar asalariados/as y que podrá encontrarlos rentablemente en “Plataformas de trabajadores independientes”. Estas serán administradas con una digitalización estricta de las competencias, como una especie de Taylorismo 2.0. Las prestaciones serán exactamente las que la empresa requiera y los salarios flexibles, sometidos a la competencia entre asalariados/as.

La afirmación siguiente, expresa el sueño de lo que sería el neoliberalismo de la revolución digital: “La empresa de mañana, se resumirá quizás a solo un pacto entre accionistas y algoritmos perfectamente ajustados, que proporcionarán la fuerza de trabajo según las necesidades de la empresa”. (1).

¿Estas situaciones descritas son lindantes con la ciencia-ficción?, desconfiemos por algunos problemas que se anuncian.

La Universidad de Oxford anuncia que 47% de los empleos desaparecerán hacia el año 2025, la OCDE nos dice sólo 9%. Sin embargo, estas predicciones se refieren a dominios distintos, como son la automatización, la robotización o la inteligencia artificial.

Respecto a Chile, la pandemia a acelerado aspectos económicos críticos: 1 millón 300 mil personas han perdido su empleo, 290 mil ocupados no pueden ir a trabajar. Medios periodísticos anuncian una aceleración de la digitalización, uso de la IA (Inteligencia Artificial), aumento del teletrabajo, incremento de la automatización, regularidad de las videoconferencias como útil de trabajo.

Comentaristas proponen ampliar la capacitación laboral, mejorar la información sobre el mercado laboral, fortalecer la educación técnica, subsidios a la contratación, programas públicos intensivos de trabajo.

El Informe al XXVI Congreso del Partido Comunista de Chile, constata que, por efecto de las nuevas tecnologías, 14% de los empleos desaparecerán en los próximos 15 o 20 años y 35% de los empleos sufrirán cambios radicales. Igualmente, reseña que la precariedad, la vulnerabilidad y la imposibilidad de organizarse y sindicarse, caracteriza los nuevos formatos laborales como el trabajo en plataformas, tele trabajo y otros tipos de actividad a distancia. (2)

A pesar de todo, la estrategia financiera neoliberal ha sido muy tacaña y cortoplacista respecto a la inversión en Investigación Fundamental y Aplicada, sólo les ha interesado la rentabilidad inmediata en actividades extractivistas o de baja tecnología.

Paupérrimos céntimos de porcentaje son dedicados a la Ciencia y Tecnología (0.4% del PIB). A pesar de la propaganda, es improbable que en Chile exista una potencialidad inmediata suficiente para la Revolución Digital.

La Robotización y la Automatización necesitan la inversión de presupuestos considerables en infraestructuras; la Inteligencia Artificial, además de fondos significativos, requiere la cobertura de competencias científicas de alto nivel que no han sido preparadas en el país.

En la medida en que se mantengan los bajos salarios en Chile (el 50% de los trabajadores/as gana menos de 380 mil pesos, el 70% menos de 550 mil pesos), además de 25% de la clase trabajadora subsistiendo con las ganancias del día y 1 millón 300 mil personas cesantes por la pandemia, la globalidad de la modernización del trabajo no será rentable para el neoliberalismo.

Se han interesado más bien en el “pariente pobre” de la digitalización, como son las “Plataformas de trabajadores/as autónomos”.

Las Plataformas son estructuras mínimas, virtuales o digitales de servicios, que conforman una nueva organización empresarial que juega el supuesto rol de sólo intermediar oferta y demanda. No existe un centro de trabajo definido y la unidad productiva se identifica con los servicios que realizan los llamados “emprendedores”, “colaboradores”, “autónomos” o “riders”. No se reconocen derechos laborales, siendo considerados estos “trabajadores autónomos”, como empresarios/as individuales. (3)

La tecnología ha proporcionado a la empresa capitalista, un medio de disolver el trabajo asalariado tradicional, con un control intenso sobre el proceso de producción, aumentando la acumulación de riqueza para el empresario y reduciendo los costos y el valor de trabajo. Un riesgo de desaparición de la clase trabajadora está en este proceso. Evidentemente, se acusa a la norma laboral de inadaptación “a la evolución tecnológica”.

La dictadura y “los 30 años” de neoliberalismo han tenido un efecto sobre la población y la clase trabajadora. Por una parte, de estructuración de los trabajadores/as en grupos de “trabajadores/as tradicionales”, según criterios habituales de contrato, horarios, dependiendo de un empleador, etc.; otros sin relaciones formales con un empleador; algunos con vínculos contractuales “flexibles” de duración limitada; un importante sector de servicios domésticos, con serias carencias salariales y de protección social y laboral; asimismo, “trabajadores/as autónomos” o falsos empresarios individuales sin derechos laborales. Por otro lado, una influencia cultural hegemónica neoliberal, relacionada con el individualismo y los efectos del consumismo (antes de la pandemia, 70% de los trabajadores/as estaba endeudado).

La inevitable modernización digital y la protección de los trabajadores/as, deberá contar con éstas multifacéticas características y serán fundamentales las políticas públicas que acompañarán las modernizaciones en las décadas próximas. Serán estas neoliberales y centradas en la rentabilidad a ultranza de las empresas o serán orientaciones de un Estado cuidadoso de los intereses más amplios de la ciudadanía y de protección de su población.

  • (1) Disruption, Stéphane Mallard, Editorial Dunod, 2018.
  • (2) Informe al XXVI Congreso del PCCH, diciembre 2020
  • (3) Plataformas digitales y el valor del trabajo, Pablo Zenteno, Luis Villazón, Fundación FIEL, Chile, septiembre 2020.

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