La contradicción principal en el ámbito internacional

Juan Carlos Cartagena, Licenciado en Computación, Doctor en Biología

Hasta 1990, año de la disolución de la URSS, la contradicción principal internacional era, clara y definida, entre socialismo y capitalismo. Hoy determinar la contradicción principal internacional merece mirar con un poco más de detenimiento la realidad.

Los planes del imperio.

Después del fin de los socialismos reales, los ideólogos del imperialismo exultaron y creyeron que podían modelar este mundo a su voluntad. Los ex países socialistas fueron, por ejemplo, integrados, uno a uno, en la OTAN. La que, por primera vez en la historia, ejecutó, en 1999, de manera impune y sostenida una acción militar contra un país europeo, Yugoslavia, como siempre sosteniendo en ristre, las banderas de la democracia y la libertad. La victoria ideológica del imperio en esos momentos aparecía prácticamente absoluta. Solo persistían algunos islotes de resistencia a través del mundo. A tal punto que Francia se asoció a esta acción no siendo parte de la OTAN y, además, ¡con la presencia de ministros comunistas en su gobierno! La victoria del imperialismo se percibía como total y parecía que no existían (ni existirían), adversarios ni enemigos capaces ni siquiera de hacer valer las leyes del derecho internacional.

El plan de Zbigniew Brzeziński, ideólogo norteamericano de la victoria imperial, consideraba que Rusia post soviética, aun siendo capitalista, debía ser dividida en 4 o 5 países facilitando así su integración en el seno de países de socios subordinados. Para ello se empleó el plan ideado por el mismo Brzeziński en Afganistán: el uso de los radicales musulmanes, pero esta vez en Chechenia. A pesar del fracaso de occidente en las dos guerras de Chechenia, los rebeldes separatistas extremistas fueron protegidos y preservados por les democracias europeas y los EEUU para futuras acciones.

El plan imperial siguiente consistía en apoderarse definitivamente de las fuentes de energía del Oriente Medio eliminando y remodelando a su antojo los diferentes gobiernos y naciones. Siete países del Oriente Medio fueron blanco de estas agresiones y guerras (ver testimonios de Roland Dumas y el general norteamericano Wesley Clark): Afganistán, Libia, Irak, Somalia, Líbano, Sudán, Siria y finalmente Irán.

La reacción histórica de Rusia.

Como decíamos al principio, nadie en el mundo fue capaz de oponerse, ni siquiera en palabras, a la fuerza imperial. Hasta que, en Múnich, en 2007, en la conferencia por la paz y la seguridad, Vladimir Putin sorprendió a todos declarando el fin de la hegemonía y la impunidad del unilateralismo imperial. Al menos en el papel. En la práctica, las reacciones de Rusia a las agresiones occidentales en Georgia en 2008, en Maidan (Ucrania, Crimea, este de Ucrania) en 2014, en Siria en 2015 obligaron a reflexionar a las élites occidentales. Sin embargo, fue necesario, el anuncio por Putin de la existencia de una serie de sistemas de armas del futuro, en 2017, para que occidente comenzase recién a tomar conciencia de la verdadera situación.

No deja de sorprender la enorme virulencia de la rusofobia actual en todo el occidente. ¿La propaganda anti china podría comprenderse pues se ataca al mismo tiempo a los comunistas, pero Rusia? No es vano recordar cuál ha sido la relación de occidente con Rusia. Y cuál ha sido invariablemente la reacción de ésta frente a las invasiones. Ya en el siglo XIII, Alexandre Nevski detuvo invasiones suecas y teutonas en suelo ruso. Iván el Terrible en el siglo XVI se sacudió del yugo tártaro. Este evento, que otorgó a Rusia la inmensidad de Siberia, fue celebrado en Moscú con la construcción de la catedral de San Basilio, a un costado de la Plaza Roja. En el siglo XVIII nuevamente los rusos vencieron las invasiones suecas. Conocidos de todos son las invasiones francesas por Napoleón en el siglo XIX y alemana (nazi) en el siglo XX. A la gran decepción del occidente, todas terminaron de igual manera, todas ellas en suelo ruso. ¿Tiene la rusofobia occidental actual sus orígenes en una visión de revancha de estas derrotas sistemáticas de los ejércitos occidentales?

El parteaguas o contradicción fundamental: Derecho internacional versus normas.

En este punto no es vano recordar que los occidentales (Europa y los EEUU – los atlantistas-), se guían solo por las normas y reglamentos impuestos por las fuerzas de sus armas (militares, políticas, mediáticas y económicas), dejando de lado y/o para la galería, pero siempre en segundo plano, las leyes y derechos internacionales.

La arrogancia atlantista no puede permitirse otra actitud ante aquellos que no alcanzan, según su criterio, el nivel, en ningún orden (ideológico, intelectual, científico, económico, militar, etc., hasta racial) de las potencias occidentales.

Hoy estos desafíos están siendo enfrentados por países que abarcan una diversidad de sistemas políticos. Entonces, ¿cómo podemos caracterizar la contradicción principal de este período?

Aquellos que después de la guerra fría se sintieron victoriosos se han autocalificado “comunidad internacional”, los Estados Unidos y sus socios sub imperiales (países ex-coloniales como Francia, Alemania, Bélgica, etc.), miembros de la OTAN o aliados de extremo oriente, como Australia y Japón, pueden ser definidos, además de su alineamiento político, como países profundamente neoliberales. Sin embargo, en Europa, a los gobiernos de turno, les cuesta implantar medidas neoliberales ante la resistencia de los pueblos. Lo fundamental que determina la actitud de estos regímenes es el no respeto del derecho internacional, la autodeterminación y la soberanía de los países y la preeminencia, la imposición y la impunidad de los grupos transnacionales.

Frente a ellos han surgido excolonias, permanente agredidos por el imperio que, obligadas a adoptar medidas de resistencia, han comprendido, poco a poco que, a pesar de la diversidad de sus sistemas políticos, la única alternativa para lograr el respeto al derecho internacional, es intentar entre ellos una colaboración cada vez más estrecha.

Esta batalla ideológica gigantesca abarca todas las regiones del planeta y concierne directamente a muchos países que rechazan y resisten los dictados imperiales.

Un ejemplo fue la alianza económica como el BRICS (Brasil, Rusia, India, China, África del Sur), que con el tiempo se ha desdibujado debido a la influencia norteamericana, en algunos de sus gobiernos, como Brasil e India.

Entretanto, otras alianzas surgen y se desarrollan incluyendo, cada vez más, el dominio militar. Es el caso de las alianzas bilaterales entre China, Rusia e Irán. Tres países con tipos de gobierno completamente diferentes (capitalista, comunista e islamista), pero con una aspiración común: hacer, por fin, respetar el derecho internacional, la soberanía nacional y la autodeterminación de los pueblos. Además, estas alianzas y apoyos no se ligan ni se limitan solo entre potencias mundiales (Rusia, China) o regionales (Irán).

El caso latinoamericano.

En Latinoamérica, todos los gobiernos actualmente agredidos por Washington (Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia), se han favorecido del apoyo y colaboración de los mencionados países asiáticos. Ni siquiera Chile en los tiempos de Allende benefició, desgraciadamente, de tal volumen de apoyo. La potencia económica de China y su atractivo proyecto de la ruta de la seda, atrae países de distintos signos que, sin distinción, ven una ocasión de beneficiar de las oportunidades comerciales y de desligarse del cautiverio económico que representa una relación económica abrumadora, como ha sido el caso hasta ahora, con el régimen norteamericano.

China, contrariamente a los designios norteamericanos, no impone ninguna condición política para establecer relaciones comerciales fructíferas. El imperio, para mantenerse y perpetuarse, no puede en absoluto permitirse desarrollar una política similar. He aquí la gran diferencia entre esas dos potencias. Diferencia palpable que los países perciben como oportunidad de desarrollo.

Estados Unidos ha tenido solo 7 años de paz en toda su existencia y posee más de 700 bases militares a través del mundo. Es por esa vía que ha construido y mantenido su poder imperial. China solo ha librado una guerra fronteriza y tiene solo una base naval, cerca del canal de Suez. Actitud fundamental que, entre otros motivos, le ha permitido desarrollar vertiginosamente su poder económico.

En conclusión, podemos afirmar que lo que está en pugna internacionalmente es el empeño de desarrollo de un poder multipolar basado al respeto del derecho internacional versus un grupo de países liderados por los Estados Unidos quienes aficionan autodenominarse “la comunidad internacional”, pero que no reconocen el derecho internacional, sino solo el apego a reglas y normas impuestas por ellos mismos.

En suma, es una cuestión de poder político, y no de disputa comercial, la cual no es más que una consecuencia de las decisiones políticas de los actores en pugna.

De manera imperceptible cada gobierno va posicionándose en esta contienda de acuerdo a sus intereses y, sobre todo, sus derechos. En Latinoamérica tenemos la vasta experiencia de cómo la Casa Blanca ha tratado a sus socios del sur. El ofrecimiento y apoyo de las potencias asiáticas y medio orientales antes mencionadas, han permitido resistir a Venezuela, a Cuba y a Nicaragua. A otros les ha permitido desarrollar proyectos y vislumbrar perspectivas nunca ofrecidas por ninguna administración norteamericana.

Sin llegar, por el momento, a tener que definirse ante una disyuntiva entre estos dos bloques, nos podemos preguntar cuál debería ser la política internacional del nuevo gobierno chileno: alinearse con Washington en la agresión a otros países latinoamericanos o promover la soberanía, la autodeterminación y la independencia del conjunto de naciones de la región. Ahora va a ser cuestión de responsabilidad del gobierno. Ya hemos percibido los frutos de la primera opción bajo los cuatro años del gobierno de Piñera. ¿Cómo serán los futuros cuatro años de Boric?

J.C. Cartagena

Arcueil, 2 de febrero de 2022.

Francia.

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