Respuesta a Ignacio Walker

Juan Carlos Cartagena Licenciado en Computación. Doctor en Biología

Ignacio Walker en una columna de opinión publicada el 31 de marzo de 2021 ( https://www.elmostrador.cl/destacado/2021/03/31/por-que-es-un-error-la-tesis-de-la-unidad-de-la-oposicion/ )trata de explicar por qué razón, según él, la unión de las fuerzas opositoras significaría un preludio de una nueva victoria electoral de la derecha.

Walker parte de la premisa siguiente: la unidad de toda la oposición significaría la derrota como consecuencia de la forzada izquierdización de la coalición, acarreando no solo el alejamiento de los votantes del centro, sino aún más, su impulso en brazos de las candidaturas de la derecha. Para apuntalar su hipótesis menciona la suerte electoral sufrida por la Nueva Mayoría (NM) en 2017, posterior al gobierno de Bachelet.

Varios son los alcances que se pueden introducir a esta declaración. Primero, es bueno recordar que la Nueva Mayoría ganó les elecciones en base a un programa que fue apoyado (posteriormente algunos responsables admitieron que no lo habían leído, pero en realidad la verdad es que nunca estuvieron de acuerdo), por todos los partidos que conformaban la coalición.

Enseguida, durante el gobierno de Bachelet, aquellos que no estuvieron nunca de acuerdo con el programa de gobierno, hicieron todo lo posible para que éste no se cumpliera, incluso si aquello significara traicionar a la propia presidenta. Baste mencionar el caso de Jorge Burgos.

En tales circunstancias el programa no se pudo cumplir en su totalidad. Este es el motivo, y no el programa «izquierdista» de la NM como lo pretende Walker, de la victoria de la derecha con Piñera a la cabeza en 2017.

Walker evoca los gobiernos de la Concertación que permitieron gobernar el país durante 5 períodos (Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet I y II), como prueba de que esta es la mejor solución actual para la oposición. Vale decir un candidato surgido ya sea de la Democracia Cristiana (DC) o bien de la socialdemocracia (SD) y apoyado por las fuerzas de izquierda. Única opción, según Walker, que no ahuyentaría las capas medias como sus eventuales votantes.

Prácticamente todos los políticos, ideólogos, observadores tanto de derecha como del centro izquierda manejan esquemas del electorado chileno que corresponde al período hasta el 2017. Pareciera que ellos no hubiesen integrado aún que en octubre de 2019 ocurrió un hecho que ha modificado el panorama político. Y más todavía, que en octubre del 2020 este hecho se transformó en una opción, ratificada en las urnas. Y el resultado no fue menor. Es como si se hubiese reencontrado la protesta callejera sectorial y a veces espontánea con la posibilidad de una transformación estructural de la institucionalidad a través de la batalla electoral.

¿Cree alguien seriamente que la culminación del movimiento social del octubre del 2019 ha decaído? ¿Cree alguien que, en la elección de los constituyentes y los comicios, habrá menos participación en aquel del plebiscito? ¿Cree alguien que el padrón del comportamiento electoral de los chilenos se ajustará más bien a aquel del 2017 por sobre de aquel del resultado del plebiscito del 2020?

Los defensores del sistema están nerviosos pues presienten que el resultado de las distintas elecciones les sea absolutamente desfavorables. La indignación de la gente no ha disminuido, solo va por dentro, a causa de la pandemia. Las élites políticas de los partidos del orden tampoco han asimilado que este estado de aburrimiento (cabreo) de la gente los descalifica a ellos mismos casi automáticamente. A ellos y sus políticas neoliberales. Amén de que las consecuencias de las actitudes de Piñera no solo mantienen, sino que también profundizan el descontento. Y Piñera ha demostrado con creces sus condiciones para alimentar y ahondar el disgusto del pueblo contra este estado de cosas.

Claro, se puede argumentar a su descarga (de Piñera) que no puede hacer otra cosa. Nunca un lobo se ha comportado como oveja pues dejaría de ser lobo. Está en la naturaleza de Piñera, y aunque no se da cuenta, él mismo, gracias a su política, es el principal promotor de la proliferación e intensificación de voluntades por la búsqueda de un cambio drástico. Piñera es nuestro agitador estrella.

Walker tampoco puede actuar de otra manera. No quiere ver que los 30 años de los que se enorgullece han también contribuido a crear la situación de crisis que hoy vive el país. Pero no puede aceptarlo pues significaría renunciar a su naturaleza de defensor del sistema neoliberal. Manteniendo eso sí, promesas de cambio. Extrañamente hoy todos están por el cambio.

Walker, analizando la política del Partido Comunista de Chile (PCCh), a partir de las líneas fijadas en los últimos Congresos, desde el 2010, intenta introducir una cuña entre Jadue y la dirección del Partido. Walker, desconoce (o quiere desconocer) que las decisiones en el PCCh son adoptadas por todos sus militantes después de intercambios democráticos durante sus Congresos. Siempre de acuerdo a las condiciones objetivas de la realidad. La realidad del 2020 es diferente de las del 2017. No por un dirigente o dos, sino por la integralidad de sus militantes.

Como bien lo reconoce Walker, el Partido admite que la NM significó una etapa de avances, limitados, pero de avances que permitieron poner los jalones para ampliar nuestra democracia.

Walker atribuye la derrota de la NM a la «izquierdización del programa». En realidad, la derrota fue posible porque el programa de Bachelet no logró aplicarse completamente, debido a la acción de la quinta columna, de los sectores neoliberales, del cual el mismo Walker es un buen ejemplo. Por ejemplo, me atrevo a preguntarle al señor Walker si el proyecto de cambio constitucional de Bachelet se hubiese aplicado, ¿el país se encontraría en la actual situación? ¿O el señor Walker prefiere frenar los cambios hasta que la situación explote violentamente como ocurrió en octubre del 2019? Le recuerdo lo que decía Kennedy «al querer sofocar las revoluciones pacíficas, hacemos inevitables las revoluciones violentas».

El señor Walker se interroga por la capacidad para agrupar y unificar de candidaturas de izquierda como la de Jiles o de Jadue. Concluyendo que solo un liderazgo surgido desde la DC o la SC logrará derrotar la derecha. Pareciera que la película de Walker se detuvo en octubre de 2019.

Solo pareciera pues, pues como él mismo lo admite, la SC y la DC, deben afrontar las primarias de la oposición con un solo candidato para aumentar las posibilidades de ganarlas, dejando a los candidatos de izquierda batirse entre ellos por los votos. O sea, ni siquiera está seguro que alguno de sus candidatos individualmente sea capaz de unificar incluso su sector.

Quiere decir que el señor Walker presiente -y anuncia –, que para los próximos comicios presidenciales las maniobras deberán ejecutarse con precisión profesional, que ese sector ha ya demostrado en otras ocasiones.

Sin embargo, hay un escenario y una hipótesis que el señor Walker no aborda. Si a pesar de las fintas para imponer el candidato único de la oposición surgido de la fila de la Democracia Cristiana o sus aliados, la maniobra fracasa y se impone finalmente alguno situado más a la izquierda, ¿estarían los directivos demócrata cristianos dispuestos a votar por él?

Por último, una constatación y un pronóstico. Ya hoy día no hay prácticamente ningún candidato que se presente defendiendo el modelo. Después de las elecciones de convencionales y las otras, no habrá nadie para plantearse seriamente, como lo afirma hoy Walker, que una candidatura salida de sus rangos es “la única forma en que los sectores moderados o de centro, el voto independiente y de los sectores medios, no se nos espanten”. El espanto será (es) el neoliberalismo.

J.C. Cartagena

Francia, primero de abril de 2021

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