Escribo estas líneas en vísperas del 25 de octubre de 2020.
Sin temor a errar en el pronóstico puedo afirmar que el resultado del plebiscito va a tener consecuencias más allá de nuestros horizontes. Efectivamente, en la actual coyuntura de la lucha contra el neoliberalismo, la democratización de nuestros pueblos continúa cosechando triunfos que hasta hace poco eran impensables.
La revuelta social en Chile se encuadra en la persistencia de esta ola democratizadora que va englobando poco a poco, tal vez de manera lenta, pero persistente, cada uno de los rincones de nuestra América. Sin embargo, sin desmerecer los fundamentales logros obtenidos en México con la elección de AMLO en 2018, la victoria de Alberto Fernández contra Macri en Argentina en el 2019, el arrollador éxito del MAS con Luis Arce como presidente la semana pasada, contra la dictadura implantada por Washington y la OEA, el triunfo del Apruebo en Chile va a constituir, sin lugar a dudas, un hito en la historia no solo de Chile sino de América Latina (AL). Uno de los pilares de la contrarrevolución neoliberal, aquel que se mostraba como ejemplo mundial de la superioridad económica del neoliberalismo, la muñeca bonita con la que unos y otros querían fotografiarse orgullosamente, hasta hace poco, en los foros mundiales. Aquel que aparecía indefectiblemente en boca de los polemistas y opinólogos que enarbolaban el ejemplo del éxito chileno para hacer acallar a los críticos al modelo.
A partir de hoy el ejemplo del Chile neoliberal, va a caer en el olvido. Claro, sería impresentable acordarse que allí donde se implantó, por la fuerza, el neoliberalismo por primera vez en el mundo, será el lugar de su muerte. El neoliberalismo morirá en la sala de parto. En revancha el triunfo del domingo constituirá un hito, un aliciente y un ejemplo en las luchas por venir no solo en el país, sino que en toda AL. El ejemplo de Chile del 25 de octubre creo que persistirá en el tiempo y traspasará las fronteras. Como lo ha sido le gesta de Allende y la Unidad Popular. Aunque hayan tratado de ocultarla.
El imperio y sus lacayos locales solo pueden vivir de la memoria selectiva. Los poderosos se autocalifican los defensores de la democracia y la libertad. No les interesa acordarse, por ejemplo, que en un día como el domingo 25 de octubre, pero en 1983, las tropas norteamericanas invadieron la pequeña isla de Granada. Uno de los muchos crímenes que están habituados a cometer. Hoy (y también mañana), persisten, pero ya no les será tan fácil.
El pueblo chileno ha dado, una vez más una lección de dignidad, en la directa línea de la rectitud del compañero presidente S. Allende. No podía ser de otro modo. Allende lo había anunciado, con calma de gigante, momentos antes de perder su vida. El viento de pueblo (1) chileno acaba de desmontar una de las estructuras neoliberales mundiales mejor “atadas y bien atadas” (2).
La victoria obtenida por el pueblo chileno debe ser consolidada en las batallas futuras, y sin duda difíciles, para obtener una amplia mayoría de constituyentes que nos permita plasmar en la próxima carta fundamental las aspiraciones de nuestro pueblo por tantos años postergadas. Una vez más debemos echar mano a las enseñanzas de nuestros héroes. Allende y la Unidad Popular nos señalan que el camino es la unidad. Senda única que nos permitirá alcanzar nuevas victorias. Una nueva constitución redactada con la participación de todos los chilenos permitirá tirar al trasto de la historia el negro período de la dictadura de derecha y los grises años de gobiernos socialdemócratas logrando la democratización plena de Chile, tan temida por Jaime Guzmán.
Vientos frescos soplan de nuevo en Chile y en América Latina, viento del pueblo. Que bella suena esa frase del poeta Miguel Hernández y de Víctor Jara.
J.C. Cartagena
Doctor en Biología, Licenciado en Informática.
Sábado 24 de octubre de 2020.
Notas:
(1) Viento del pueblo título de un libro de Miguel Hernández y Vientos del pueblo de una canción de Víctor Jara.
(2) Frase del dictador Francisco Franco para ilustrar la institucionalidad franquista que debería persistir en el futuro de España después de su desaparición.