Juan Carlos Cartagena Licenciado en Computación. Doctor en Biología
La nota que el candidato “independiente” Fernández Chadwick no quiso publicar.
Mucho se ha escrito acerca de los candidatos a la Convención Constitucional (CC). Vale la pena recordar que una de las consignas más recurridas de la calle durante el último movimiento social (al que se le ha llamado estallido), es que son 30 años de abusos que han conducido a la actual situación. Otro dato no menor es que el voto del plebiscito del 25 de octubre del 2020 fue categórico en rechazar a los dirigentes que han administrado el modelo durante ese período.
A pesar de estos hechos, entre los candidatos de derecha, que siempre han rechazado el cambio de Constitución, se encuentran varios dirigentes o ex-dirigentes de derecha. Es así como se puede encontrar entre ellos a los Cubillos, Monckeberg, Blumel, Larraín, Walker, etc. Puesto que la derecha, no representa más que una minoría del país (un poco más del 20 %, según el resultado del plebiscito del 25 de octubre del 2020), se puede pensar que resultaría difícil no encontrar alguna que otra relación entre sus dirigentes. O tal vez algunos han querido ser más discretos. Un examen somero de las candidaturas permite identificar parientes de los Ossandón, los Desbordes, los Coloma, los Guevara, los Arriagada. Por supuesto, si no fuesen ellos, serían otros los que defenderían sus privilegios, pero nunca mejor servido que por uno mismo, ¿no?
Por otro lado, circula en las redes sociales una lista con cierto número de candidatos que han tenido variadas dificultades con la justicia: Ominami, Cordero, Insunza Gregorio de Las Heras, Harboe, Chahin.
Al parecer ninguno de ellos ha entendido o, tal vez, ni siquiera escuchado los repetidos eslóganes agitados por el pueblo en las calles. O puede que no quieran darse por enterados. Vaya uno a saber.
Pero hay otros que son más solapados y que se presentan bajo el manto de independientes. Es el caso de Patricio Herman Fernández Chadwick (distrito 11), fundador y ex-director del semanario The Clinic. Publicación que se proclamaba independiente, irreverente, satírica y “firme junto al pueblo”. Todo eso muy bonito y atractivo en el papel, pero era realmente tan “firme junto al pueblo”, ¿independiente e irreverente?
Veamos un ejemplo concreto.
Después que Pinochet hubo dejado el gobierno en manos de la Concertación en 1991, se produjo una avalancha de chilenos exiliados de retorno a Chile, ya sea de manera definitiva o provisoria. Ese fue mi caso. Volví en el invierno del 1992 por un período de un mes. Durante mi estadía, después de una ausencia de 11 años, me dediqué, como todos los retornados, a visitar familia y amigos. Mi otra ocupación fue tomar fotografías. De Santiago y Valparaíso fundamentalmente. Cuando estaba captando imágenes del antiguo cuartel Borgoño de la CNI, situado en la rivera norte del Mapocho, donde había estado detenido durante la dictadura, una horda de policías de la PDI, pistola en mano salieron corriendo del recinto y me arrestaron sin explicaciones.
Al pedir razones, que no se me dieron, me di cuenta que había caído en manos de la famosa ‘Oficina’ (Consejo Coordinador de Seguridad Pública – CCSP). En 1992, Chile estaba en democracia, pero no se me permitió telefonear ni prevenir a nadie de mi familia. Durante las siguientes 8 horas permanecí desaparecido para mi familia, esposado en el cuartel e interrogado por tres equipos diferentes. Uno de los cuales poseía mi prontuario completo cedido gentilmente por la Dirección de Inteligencia del Ejército (DINE), que había heredado y conservaba los archivos de la CNI. Luego de los diversos interrogatorios (que incluso concernían las estructuras políticas en Francia), vejaciones y denegación de derechos me liberaron al cabo de 10 horas. Al día siguiente, a través del Codepu, interpuse una querella ante la justicia. Por supuesto, nunca hubo la menor respuesta.
Continué viviendo en Francia, cuando en el año 2000 asumió como embajador de Chile en Francia el antiguo (entre 1991 y 1992) secretario de la ‘Oficina’ (CCSP), Marcelo Schilling. El 11 de septiembre del 2000, ocurrió, como anualmente en París, la conmemoración del golpe de estado de 1973. Allí me encontré frente a frente a Schilling. A partir de ese día una serie de incidentes jalonaron mi vida. El semanario The Clinic, creado en 1998, mantenía por esa época una columna bastante interesante llamada ‘Mi funa personal’. Decidí enviarle mi aporte, relatando los sucesos vividos, al señor director Fernández Chadwick, quien no solo no publicó mi testimonio, sino que hizo desaparecer la sección para siempre. En tales circunstancias, yo considero que ha llegado el momento de desclasificar esta nota que, por razones que desconozco, pero que imagino fácilmente, el director desestimó publicar en su momento.
He aquí el relato de ‘Mi funa personal’:
A todos aquellos que no soportan los compromisos:
El 11 de septiembre del 2000 fue el primer aniversario que le tocó vivir, en tanto que embajador de Chile en Francia a Marcelo Schilling. En aquella oportunidad, un grupo de partidos chilenos (PS, PPD, PC, etc.), había organizado un acto recordatorio en una de las prestigiosas salas del Senado francés. Para entrar se requería inscripción previa. En la puerta de entrada del salón se hallaba un grupo de dirigentes socialistas que impedían el paso de todos los asistentes, en su mayoría chilenos, afín de forzarlos a darle la mano al recién designado embajador.
Cuando me vi ante la imposibilidad de pasar desapercibido y en la obligación de saludar a Schilling, le dije en su cara: «lo siento, no estoy acostumbrado a darle la mano a los torturadores». Ahí quedó la grande. Los socialistas se me abalanzaron tratándome de todos los epítetos: volaron insultos, calumnias y finalmente amenazas. El presidente del grupo socialista del Senado Claude Estier, que se encontraba a algunos metros de la escena, detuvo su coloquio para inquirir sobre lo ocurrido. Ante la algarabía, Schilling prefirió veladamente ir a unirse al grupo de C. Estier. Después de arduas negociaciones se me permitió entrar, no sin que antes, los socialistas se dispusieran estratégicamente en la sala, afín de impedir que alguna otra verdad pudiese importunar al honorable. Tuve el honor de estar bien vigilado por decenas de ojos hostiles durante todo el transcurso de la ceremonia. La vigilancia me acompañó hasta la salida del Senado. La verdad es que, en todas las artes, incluso represivas, los socialistas renovados han dado pruebas de sus capacidades.
La tradicional fiesta del 18 de septiembre en las cercanías de París, vió llegar al embajador custodiado esta vez por un contingente policial. Seguramente intentaría, llegado el caso, impedir por la fuerza que alguno se atreviese a mancillar su dignidad.
El incidente no fue aparentemente olvidado pues, con ocasión de un viaje a Chile, a fines de ese mismo año 2000 una de mis valijas se extravió inexplicablemente en el aeropuerto de Pudahuel y apareció solo una semana después, rota con algunas de mis pertenencias destruidas.
El incidente del Senado dió la vuelta no solo de la comunidad chilena, sino que también de las autoridades francesas. Pero el evento más espectacular fue el acontecido otro 11 de septiembre. Ocurrió en 2003 al momento de la inauguración de la plaza Salvador Allende en París, en uno de cuyos costados se ubica la embajada chilena. Luego de la alocución del alcalde de París, Bertrand Delanöe, ante una nutrida asistencia, incluso de ministros y diputados, debió tomar la palabra el excelentísimo embajador. Este no logró pronunciar una frase durante más de dos minutos debido a la copiosa sinfonía de silbatinas de parte de la comunidad chilena presente. Solo la intervención del huésped de ceremonia, el alcalde de París Delanöe, que pidió respeto a S. Allende, permitió que Schilling pudiese hablar. Para que decir que, ante las autoridades francesas, la imagen del señor embajador no era de las más brillantes. Pero bueno, esta última, fue una funa colectiva.
La moraleja de la historia es que los renovados son gente de cuidado.
Atentamente, J.C. Cartagena
Fin del relato.
Ahora que el ex-director de The Clinic aparece como candidato a delegado recuerdo que, inocentemente, yo había creído que este señor era realmente independiente y que publicaría mi testimonio. Fue ahí cuando desperté definitivamente. Y no deseo hoy que otras personas sean engañadas con falsas posiciones. Aún más si esta elección tendrá grandes consecuencias para el futuro del país.
¿Me pregunto, si una persona con esas “cualidades” merece representar a un sector de los chilenos para redactar la futura Constitución? Sin duda. A lo que no tiene derecho el señor Fernández Chadwick es a hacerse pasar por independiente. Este señor que ha estado al servicio, desde 1998, no “del pueblo”, sino de los privilegiados de este país, debería, si su discurso fuese consistente con su historia, admitir que durante estos 20 años de existencia de The Clinic, la Constitución actual no le ha molestado en lo más mínimo y que está dispuesto, antes como mañana, a dejar de lado todo aquello que obstruya sus verdaderas y ocultas intenciones.
Moraleja: los socialistas renovados son de cuidado y Fernández no es de fiar. Creo que debemos reflexionar y seleccionar cuidadosamente antes de marcar nuestras preferencias por los candidatos a la Convención.
J.C. Cartagena.
Viernes, 22 de enero de 2021.